Ya soy decafinisher, con un tiempo final 10h 0' 58'', a 7 minutos de mi mejor marca, pero en un circuito y condiciones mucho más duras, por lo que el balance final tiene que ser positivo. No obstante me queda ese regusto amargo de insatisfacción por no haber salido todo bien, pero eso en un Ironman me temo que es imposible.
Cozumel era un buen sitio para celebrar mi décimo Ironman y de paso intentar el sueño hawaiano, del cual desperté el viernes en la reunión técnica cuando dijeron que el slot costaba 750 dólares, por lo que prácticamente lo descarté antes de empezar a correr. No obstante me han faltado 20 minutos para clasificarme y nada menos que 12 puestos. Cumplí las mejores previsiones en natación y ciclismo, pero tenía que haber corrido en 3h30' para conseguirlo. Me zurré mucho en bici y eso se paga, pero si no arriesgaba e iba rápido ya en el ciclismo, tenía el NO antes de empezar a correr. No obstante puesto 70 final (excluyendo los profesionales) de 2.350 participantes no está mal. Hawaii está carísimo, tan solo 5 plazas para mi grupo de edad y hay que ir muy rápido, pero lo cierto es que algo que era inalcanzable cuando empecé, ahora es algo que lo puedo conseguir en cualquier carrera. Y más a partir del 2012 en el que entro en el grupo de más de 45 años, donde los tiempos ya bajan considerablemente. De hecho si hubiera corrido en Cozumel en más de 45 me hubiera clasificado para Hawaii.
Los preparativos para la prueba son eternos. Supongo que una inscripción de 2400 triatletas así lo requiere pero a mi se me hace eterno. Empezamos el viernes con el registro, recogida de dorsales y reunión técnica. Para el sábado dejan la entrada en boxes con la bici y la entrega de bolsas.
Para complicarlo más había doble box, con una separación de unos 15 km, con lo que para llevar la bici al box había que trasladarse en autobús. Eso si a las bicicletas las tratamos ya como merecen, sentándolas a nuestro lado no vaya a ser que se rayen en el maletero.
Parece que acertamos puesto que no tuve excesivos problemas de golpes y aglomeraciones. En el primer giro si que hubo algo de lío, pero nada comparado con Lanzarote por ejemplo. Aunque nadé siempre con gente alrededor, lo hice con cierta comodidad. En ocasiones me daba la impresión de que iba muy rápido, puesto que me comía las boyas, llegando incluso en una ocasión a enredarme en una de ellas. Cuando salgo del agua y veo el crono, no me lo creo, 56' 20’’, que mejoran en más de 3' mi mejor marca y sin neopreno. Eso si llevaba un traje trampa que era la primera vez que utilizaba y que supongo que algo ayudaría.
Cozumel era un buen sitio para celebrar mi décimo Ironman y de paso intentar el sueño hawaiano, del cual desperté el viernes en la reunión técnica cuando dijeron que el slot costaba 750 dólares, por lo que prácticamente lo descarté antes de empezar a correr. No obstante me han faltado 20 minutos para clasificarme y nada menos que 12 puestos. Cumplí las mejores previsiones en natación y ciclismo, pero tenía que haber corrido en 3h30' para conseguirlo. Me zurré mucho en bici y eso se paga, pero si no arriesgaba e iba rápido ya en el ciclismo, tenía el NO antes de empezar a correr. No obstante puesto 70 final (excluyendo los profesionales) de 2.350 participantes no está mal. Hawaii está carísimo, tan solo 5 plazas para mi grupo de edad y hay que ir muy rápido, pero lo cierto es que algo que era inalcanzable cuando empecé, ahora es algo que lo puedo conseguir en cualquier carrera. Y más a partir del 2012 en el que entro en el grupo de más de 45 años, donde los tiempos ya bajan considerablemente. De hecho si hubiera corrido en Cozumel en más de 45 me hubiera clasificado para Hawaii.
Los preparativos para la prueba son eternos. Supongo que una inscripción de 2400 triatletas así lo requiere pero a mi se me hace eterno. Empezamos el viernes con el registro, recogida de dorsales y reunión técnica. Para el sábado dejan la entrada en boxes con la bici y la entrega de bolsas.
Para complicarlo más había doble box, con una separación de unos 15 km, con lo que para llevar la bici al box había que trasladarse en autobús. Eso si a las bicicletas las tratamos ya como merecen, sentándolas a nuestro lado no vaya a ser que se rayen en el maletero.
Los boxes impresionaban. Aprovecharon todos los recobecos del lugar olvidando la compensación. A Luis y a mi nos tocó en una de las puntas, así que haríamos unos 100 metros más que los mejor colocados.
Ántes y después en los boxes
Mucho respeto me daba la salida, con todo el mundo al agua a la vez. Impresionaba ver los regueros de gente por las pasarelas accediendo al agua. No era fácil colocarse bien entre tantos participantes y más sin conocer la salida. Luis y yo nos colocamos entre los primeros por lo que accedimos al agua pronto (unos 15’ antes de la salida).
Decidimos esperar en una zona donde se hacía pie, para no consumir energía haciendo fuerza para flotar. Pero al ver que la gente se aglomeraba a nuestro alrededor y que al otro lado de la salida estaba mucho más despejado, quedando unos 5’ decidimos cruzar hasta una boya que había al otro lado de la salida, nos sujetamos allí un poco, pero enseguida decido ir más adelante. Al final me coloco prácticamente en primera fila y pronto suena la bocina.
Por detrás y debajo de la pasarela había mucha mas gente, entre ellos yo,
apoyado en una boya que ni siquiera se ve en la foto.
Parece que acertamos puesto que no tuve excesivos problemas de golpes y aglomeraciones. En el primer giro si que hubo algo de lío, pero nada comparado con Lanzarote por ejemplo. Aunque nadé siempre con gente alrededor, lo hice con cierta comodidad. En ocasiones me daba la impresión de que iba muy rápido, puesto que me comía las boyas, llegando incluso en una ocasión a enredarme en una de ellas. Cuando salgo del agua y veo el crono, no me lo creo, 56' 20’’, que mejoran en más de 3' mi mejor marca y sin neopreno. Eso si llevaba un traje trampa que era la primera vez que utilizaba y que supongo que algo ayudaría.
La transición es larguísima, primero unos 150 metros corriendo, luego las bolsas donde por cierto di alguna vuelta en su busca, luego a la carpa a cambiarse, otros 100 metros más hasta la bici y por fin otros 100 metros con ella hasta que monto, total 4’22’’.
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Salgo bien en bici, sin excesivos problemas voy a 37/38 km/h, pero pronto se acaba lo bueno. Al llegar al punto suroeste de la isla y tomar de vuelta dirección Norte, el viento procedente del océano pegaba fuerte y de cara, sin protección alguna de la selva que en el resto de la isla nos hacía de pantalla. Fueron 20 km durísimos en cada una de las tres vueltas, que bajaron mucho la media ya que duras penas se mantenían 30 km/h.
Después venía el tramo a favor de aire donde el 4 siempre se veía siempre delante en el cuanta kilómetros, por lo que se recuperaba a “marchas forzadas”. El calor crecía a cada vuelta y me tenía asfixiando. No se si por eso o porqué el estómago no tenía su día, notaba que mi cuerpo no admitía más líquido. En la tercera vuelta iba ya hinchado y sin ganas me veía obligado a comer ya que practicamente no había probado bocado. No me molestaba el estómago pero notaba que no estaba digiriendo bien lo que comía y bebía.
El casco “aero” lo aborrecí. No me permitía mojarme la cabeza y tan solo podía echarme agua por los pequeños agujeros delanteros, cuando acertaba con ellos claro. La tercera vuelta entera la di con un bidón que colocaba abierto entre el mono y la espalda y que en posición acoplado me goteaba por la nuca poco a poco. Un buen sistema de hidratación que renovaba en cada avituallamiento, que por cierto eran inmejorables y con las bebidas congeladas.
Al final termino con 35 km/h de media en 5h y 8’, en un circuito absolutamente llano, con pocas curvas, aunque con mucho parón en los múltiples avituallamientos. El final se me hizo muy duro, sufriendo mucho los últimos 40 km en los que a duras pude seguir el ritmo a mis compañeros de viaje.
La segunda transición es rapidísima, te cogen la bici, entras en la carpa a cambiarte y en poco más de un minuto estaba corriendo.
Salgo contento, como siempre feliz de dejar la bicicleta, pero la alegría dura poco. El ritmo inicial no era malo pero tampoco bueno, iba a 4’50’’ suficiente para mi, pero a ese ritmo tenía que ir muy cómodo y no era así. La cosa poco a poco empeora, me encuentro sin fuerzas y lo que es peor sin ganas de luchar. Mi espíritu de sacrificio me había abandonado, así que en el km 6 decidí parar, iba mareado, sin fuerzas y sin ganas de sufrir.
El calor y la humedad me habían tumbado, junto con los excesos cometidos encima de la bici. El bajón me duró otros 6 km, pasé de una media de 4’50’’ a 5’37’’. Por suerte sobre el kilómetro 15 empezó a llover, pero de que manera, el agua por las espinillas. A pesar de que iba asustado por el diluvio universal, del km 13 al 21 hago una buena media aunque voy con la tormenta en contra, calculo que voy a 4’45’’, muy rápido y recuperado. Aún así voy reservando fuerzas consciente de lo que me faltaba todavía.
Video y fotos del diluvio universal.
Por la media maratón consigo bajar la media total a 5’27’’, muy lejos de lo que necesitaba para hacer el tiempo que me había propuesto inicialmente (3h30’), pero pensando que al menos estaba otra vez en carrera y no me iba a hundir, tal y como auguraba mi comienzo de la maratón.
Después los tiempos caen entre 5’15 y 5’30 pero voy bien con cierta fuerza y sin parar, lo que me permite acabar la maratón en 3h50’ con una media de 5’26’’ el km, y terminando bien, sin la fatiga y dolor de piernas del final que había tenido en otros Ironmanes. Los dos últimos kms los hago a tope, a 4’45’’ y 4’35’’, por lo que termino contento pero con la rabia de saber que puedo correr más rápido y no lo había conseguido.
Nuevo sistema de hidratación. Ni botella, ni vaso, una bolsa con agua. Para mi el mejor sistema que he probado para beber agua en carrera ya que permite beber agua sin necesidad de inclinar la cabeza y sin que se derrame ni gota. Cuando me lo dieron por primera vez pensé que era para refrescarme la cara o la cabeza, pero cuando posteriormente me dieron bolsas con hielo ya comprendí que la bolsa se mordia y se bebía el agua.
Mis pies casi sufriron más que mis piernas. No se si fue el agua, el calor, la humedad, las zapatillas o los calcetines de compresión que estrenaba pero el caso es que me ardían. En la bici al final llegó a ser insoportable, especialmente en el pié izquierdo. Tuve que cambiar la forma de pedalear, metiendo la puntera para abajo. No sé porque pero así me quemaba menos. Corriendo la cosa empeoró especialmente cuando dejó de llover. Supongo que con la lluvia se me fue toda la baselina de los pies. El caso es que me ardían los pies y tenía que pisar todos los charcos para refrescarlos, con lo que corrí casi toda la maratón con medio kilo más de agua en los pies que chupaban las zapatillas, calcetines y el chip, lo que conlleva su penalizacion correspondiente en el tiempo final. Al día siguiente mi pie derecho era un poema, parecía que el dedo gordo y el siguiente estaban gangrenados. Por suerte todo ha quedado en un par de uñas negras en cada pie.
Si no es por el hielo me muero.
Lo que no cambia es la satisfacción personal que se siente cuando se llega a meta. Esta vez no se me escaparon las lágrimas, pero una vez cruzada la meta me sentía totalmente emocionado y como compensados todos mis esfuezos hechos para lograrlo y porque no, orgulloso de mi mismo por haber superado una vez todas las adversidades que hay que superar en un Ironman.
Eso si las vacaciones ya no me las quita nadie. Buenas playas, buenos hoteles, bonitos peces, nueva cultura conocida y sobre todo mucho relax, antes y después del Ironman.